Cuentistas, cuentacuentos, narradores y narradoras orales… son personas especiales porque tienen un oficio especial: contar cuentos.
De ellas se dice que se dedican a vivir del cuento, pero habría que matizar, lo que en realidad hacen es vivir el cuento porque lo hacen vida y viven en él. Es como una relación de amor en la que los dos se necesitan para existir.
El cuentista, la cuentista, pasa el día a la búsqueda de nuevos cuentos (leídos en libros, oídos en la tradición, creados por su propia pluma), pero también pasa el día rumiando cuentos, soñando cuentos, escuchando cuentos, pensando cuentos, aprendiendo cuentos, contando cuentos.
Y el cuento pasa el día entre la garganta y la piel de cuenteros y cuenteras, habitando en su lengua y viajando por orejas y ojos.
Pero esta relación de amor no es perfecta, hace falta un tercero para que todo pueda transcurrir como debe, nos falta el público.
Cuentistas y cuentos precisan del público (como el público también se nutre de ellos). Los tres bailan al son de las palabras y se encuentran siempre que alguien abre una ventana y dice: había una vez, esa es toda una invitación para entrar en el territorio de la ficción.
Y aquí es donde entra la editorial Palabras del Candil, dedicada desde el primer momento a la publicación de libros y cuentos de narradores y narradoras orales (tanto profesionales como tradicionales). Una editorial puesta en pie por ocho amigos y cuyo proyecto se centra en los cuentos y quienes les dan voz.
Los libros de Palabras del Candil son libros para leer, son libros para escuchar.