Martha, amiga y lectora de Palabra de cuentero, le envió a Nicolás Buenaventura Vidal una pequeña anécdota que le sucedió mientras leía el libro. Nos ha parecido hermosa y le pedimos permiso para poder compartirla en este blog. Obviamente accedió. Mil gracias Martha.

Ayer viajaba en metro, iba leyendo tu libro. Me dirigía a Cornellà, a una zona muy popular en dónde hay mucha inmigración. Se sentó a mi derecha un hombre de origen magrebí. No soy buena para calcular edades, pero diría que tenía unos 40 años. El libro estaba abierto en las páginas 210 – 211. De pronto el hombre me dice: «¿tú eres normal?» En un primer momento no le hice caso. Pero casi enseguida el hombre me dijo, señalando y leyendo el libro: «¿Una persona normal es aquella que es capaz de contar su historia?» Me quedé de cuadritos. Y siguió: «Pero hay muchas cosas que yo no le puedo contar a nadie, hay secretos». Entonces empezamos a hablar. Yo le dije que más bien la frase se podría referir a si éramos capaces de hilvanar todos los acontecimientos de nuestra vida, aunque no se los contáramos a nadie. Él me dijo: «pero una historia que no se puede contar, no existe». Y entonces leímos juntos el segundo párrafo donde dice «la propia historia o las propias historias». Me quedaba una estación para bajarme y pudimos llegar al acuerdo de que hay historias que le puedes contar a mucha gente, otras que solo las puedes contar a algunos y otras que tal vez solo puedas contar a una sola persona. El tren se detuvo, nos despedimos y me bajé.

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