Catálogo tipológico del cuento folklórico hispánico, vol. VI – Cuentos de tontos

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Descripción

Título: Catálogo tipológico del cuento folklórico hispánico, vol. VI –
Cuentos de tontos
Autores: José Luis Agúndez García, Ángel Hernández Fernández y
Anselmo J. Sánchez Ferra
Prólogo: David Mañero Lozano
Diseño de cubierta: Lourdes Quesada
ISBN: 978-84-09-56847-5
Nº de páginas: 696

este libro

Este libro forma parte del Catálogo tipológico del cuento folklórico hispánico, un proyecto iniciado en 1995 por Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, que quedó truncado tras la muerte de ambos estudiosos en la primera década del siglo XXI. En 2020, José Luis Agúndez, Ángel Hernández Fernández y Anselmo J. Sánchez Ferra retomaron este proyecto y lo continuaron. Fruto de su incansable labor fue la publicación, en 2022, del volumen V del catálogo (Cuentos del ogro tonto) en esta misma colección, y este sexto volumen que, desde noviembre de 2023, Palabras del Candil pone a su disposición: Cuentos de tontos.
Para más información le dejamos estos enlaces:
¿Qué es un catálogo tipológico del cuento folklórico y cómo surge?
¿Pero cuántos catálogos tipológicos hay?, ¿y cuántos se han publicado en España?
¿Qué volúmenes conforman el Catálogo tipológico del cuento folklórico hispánico?

los autores

José Luis Agúndez García, Ángel Hernández Fernández y Anselmo J. Sánchez Ferra, profesores, folkloristas y estudiosos del cuento tradicional, han recogido miles de cuentos de la tradición oral, muchos de ellos publicados en importantes colecciones; han publicado además decenas de artículos y estudios sobre la materia; y formaron parte del equipo que publicó el volumen V del Catálogo tipológico del cuento folklórico hispánico, el dedicado a los Cuentos del ogro tonto.

así comienza el libro

Los cuentos de tontos en el repertorio internacional de cuentos folklóricos

Con este volumen iniciamos la revisión para el ámbito hispánico de los relatos que en el Catálogo tipológico internacional de Aarne-Thompson-Uther (ATU) aparecen comprendidos en la categoría de Anécdotas y Chistes (Anecdotes and Jokes). Por su número y por la ambigüedad que deriva de la discutible coherencia de los criterios temáticos empleados para definir los subgrupos en que se divide este capítulo, nos enfrentamos a una de las cuestiones más complicadas de esta empresa.
En el índice de contenidos del volumen III de la más reciente revisión de The Types of International Folktales, Uther parcela las anécdotas y chistes en seis apartados: los cuentos de tontos, de matrimonios, los relativos a una mujer, los relacionados con un hombre, los que tienen que ver con clérigos y figuras religiosas y las anécdotas sobre otros grupos de personas. Y si bien el primero pudiera parecer destinado a contener la totalidad de los relatos sobre el tonto, nos encontramos con que este personaje se infiltra en todos los demás: en el de las parejas cuando la estúpida es la esposa (1380-1404), cuando lo es el marido (1405-1429) y cuando lo son ambos (1430-1439). Muchas de las historias de una mujer se caracterizan por la necedad de la protagonista y lo mismo ocurre entre las de los sacerdotes. Y absolutamente redundante e injustificada es la existencia del bloque de The Stupid Man (1675-1724) entre los subapartados de las historias de un hombre, pues si estuviéramos ante una clasificación verdaderamente temática con criterio coherente, debería integrarse en un capítulo único, como todos los otros relatos que tienen como protagonista a un tonto, aunque luego este se subdividiese en función del sexo o de la categoría profesional.
Tales deficiencias y algunas otras han sido detalladas con loable espíritu autocrítico por el propio Hans Jörg Uther, pero estas páginas no son el lugar para plantear una discusión más profunda sobre temas como la propia definición de cuento folklórico o sobre la esencia de los géneros de la narrativa tradicional. A lo sumo, y para justificar nuestra reticencia a resolver estos errores, coincidimos con el planteamiento que hace Jaume Guiscafré cuando advierte que los graves defectos de concepción del catálogo deben asumirse puesto que reestructurar la obra ha de producir más inconvenientes que ventajas, ya que con todo, su utilidad práctica es incuestionable.
Si la coherencia del catálogo tipológico ATU es más que discutible, lo que resulta evidente es que este índice de tipos es determinante a la hora de «legitimar» los materiales que están recogidos en sus páginas.  La inclusión de un argumento en el listado lo sanciona como objeto de investigación reconocido. Esta función no es la menos importante y, de paso, nos ofrece la oportunidad de plantear una definición inductiva del cuento folklórico, puesto que en la práctica se admite que lo son todos los argumentos incluidos en el catálogo; todos ellos comparten estos rasgos:
-son argumentos estereotipados, compuestos por una o varias secuencias de motivos que pueden aparecer mutilados o hibridados con elementos de otras secuencias pero que, en rigor, no dejan espacio a la creatividad;
-son anónimos;
-se han transmitido oralmente, aun cuando aparezcan recogidos en obras literarias;
-tienen amplísima difusión geográfica y prolongada permanencia en el tiempo.
Estas condiciones están presentes tanto en los cuentos de animales como en los maravillosos, en los cuentos-novela, en los religiosos, en los del ogro estúpido, en los de fórmula y, por supuesto en los chistes y anécdotas, pero esta última categoría es, posiblemente, la que más reparos ha planteado a los folkloristas habida cuenta de la
ingente cantidad de materiales que pueden integrarse en ella y la aparente ligereza de sus asuntos, que seguramente los hizo menos interesantes para las primeras generaciones de recopiladores, más interesados en narraciones que fueran reflejo de conceptos ancestrales o que pudieran vincularse a las identidades nacionales.
Además, escrúpulos de distinta naturaleza han condicionado la decisión de los folkloristas de integrar o excluir argumentos en sus colecciones, pero fundamentalmente dos: el contexto socio-cronológico y el ético-estético. Así, lo usual es que los relatos inscritos en ambientes rurales tradicionales sean más fácilmente reconocidos como cuentos folklóricos que los que transcurren en espacios más urbanos. Además, la presencia de elementos tecnológicos modernos, no circunstancial, es decir, que sea producto de la sustitución hecha por el narrador de otros más primitivos pero equivalentes, sino sustancial al relato, ha sido criterio para calificar o descalificar al cuento. Uther abre la puerta a la revisión de este planteamiento dando entrada en el catálogo a argumentos que giran en torno a la existencia de medios modernos de locomoción como la bicicleta (ATU 1843A) o el tren (ATU 1315*).
Igualmente se han discriminado los relatos con contenido blasfemo, obsceno y escatológico, pese a que no son pocos los investigadores que, ya en los albores de esta ciencia, fueron conscientes de la injustificada, por acientífica, marginación de todos esos materiales.
Nosotros hemos tenido presente todas estas consideraciones y decidido abordar el tema, no con generosidad sino simplemente con coherencia, y en consecuencia hemos abierto el catálogo para integrar cuantos argumentos compartan las características de los que ya figuran en él, añadiendo dos condiciones más que pretenden ser la garantía de su presencia en la tradición oral y de su difusión: los nuevos tipos deben estar refrendados por la existencia de al menos dos versiones orales que se hayan recogidos en distintos ámbitos territoriales.
El resultado es contundente, sobre todo si lo comparamos con los mismos datos procedentes de otros catálogos tipológicos recientemente editados, por ejemplo el portugués de Cardigos & Correia y el del mundo árabe de Hasan El-Shamy. El primero mantiene una actitud bastante prudente y tan solo incorpora cuatro tipos nuevos de cuentos de tontos. El Shamy, bastante más audaz, añade nada menos que 38 nuevos argumentos. Nosotros acrecentamos considerablemente esa cifra y agregamos 87 tipos.
Y esto no es producto de la relajación de las exigencias. Por el contrario, algunos de los que han quedado fuera nos han provocado dudas, debates y, al final, debido al estricto ajuste al cumplimiento de las condiciones requeridas, insatisfacción. Es el caso de argumentos de los que solo contamos con una versión aceptada como folklórica, pero de la que sin embargo conocemos más de una de las que llamamos literarias.

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