Cuando el hombre es su palabra

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Descripción

Título: Cuando el hombre es su palabra
Autor: Nicolás Buenaventura Vidal
Ilustración de cubierta: Pablo Amargo
ISBN: 978-84-612410-3-3
Nº de páginas: 260

la contraportada

Un cuentero es alguien habitado a fuerza de soledades. A lo largo de su vida se ha ido nutriendo de historias, de leyendas, de cuentos, mitos y epopeyas. Un grupo de valientes guerreros, que todavía no ha olvidado lo que es el honor, vive en su tobillo. Una cantidad de mujeres astutas y hermosas se ha instalado en sus rodillas. Otras, más curiosas, lo recorren de arriba abajo. Un ministro honesto, lleno de principios y con un solo ?n, vive detrás de su oreja. Una pareja de hermosos enamorados se ama en las comisuras de sus ojos… De un momento a otro, en una noche de bajas estrellas, estos personajes, con sus historias, deciden subir por su garganta, llegar a su boca y acontecer en su palabra.

el primer capítulo

[Un cuento de A contracuento ]

La tradición

I

Cada vez que aparecía en el cielo
la nube negra de la tormenta,
que amenazaba con acabar con el caserío,
un consejo de ancianos iba a un lugar preciso en el bosque.
Allí reunidos encendían un pequeño fuego
y levantaban a los cielos una hermosa plegaria.
La amenaza desaparecía y las nubes se dispersaban.

II

Tiempos más tarde,
las nubes negras aparecieron sobre la aldea.
Varios hombres mayores fueron al lugar preciso en el bosque.
Encendieron el pequeño fuego y,
levantando a los cielos la mirada, dijeron:
“No conocemos la plegaria, pero hemos llegado al lugar
y hemos encendido el fuego. ¡Eso debería bastar!”
Y eso bastó porque las nubes se deshicieron.

III

Años después, las nubes negras gravitaron sobre el pueblo.
Algunas mujeres, algunos hombres, pocos, fueron al lugar preciso en el bosque.
Mirándose los unos a los otros dijeron:
“No conocemos la plegaria y no sabemos encender el fuego, pero hemos llegado al lugar. ¡Ojalá sea suficiente!”
Y fue suficiente porque las sombras desaparecieron.

IV

Recientemente las nubes negras
oscurecieron el cielo sobre la ciudad.
En una plaza, una joven se tomó la cabeza y dijo:
No conozco la plegaria, no sé encender el fuego y he olvidado cómo se llega al lugar… ¡Pero conozco la historia! Tal vez sirva…
La prueba de que la historia sirvió es que todavía las sombras no han devorado el mundo.

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