El Tío Paragüero

12,00

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Descripción

Título: El Tío Paragüero
Autor: Vicente Cortés
Ilustración de cubierta: Iribú
ISBN: 978-84-938409-09-0
Precio: 12 euros
Nº de páginas: 100

sobre el autor

VICENTE CORTÉS
Palabrero, risistente y vividor del cuento

En estos nuevos tiempos del economizar
mi extensísimo currículum voy a destilar:
Soy un fulano valenciano muy decente
de apellido Cortés y de nombre Vicente
que según las circunstancias me metamorfoseo
en un cuentista, un cantante o un teatrero.

Desde el ya lejano ochenta y tres,
me lo paso pipa una y otra vez,
oficiando de palabrero en cualquier rincón
desde una escuela hasta un bar o una prisión.

En Cuba, Colombia, México y España
he palabreado con buena maña,
regalando cualquier tipo de historia
con tal de tenerla en mi memoria.
Mis espectáculos son en castellano
y ¡només faltava això¡ en valenciano.
Gracias a mis diversos “palos” artísticos
he complacido a todo tipo de públicos.

Tradición de La Serranía valenciana he cosechado
y El Tío Paragüero I, II, III y IV he publicado,
dando así a conocer el patrimonio oral serrano
allende los mares y en territorios más cercanos.

Para la escena he acuñado el concepto “risistente”
y en todos mis trabajos el humor está presente.
Se sabe que una persona que ríe, resiste mejor,
y en estos tiempos duros: ¡que viva el humor!
Por eso, mi divisa preferida es:
Risisto, luego existo ¿cómo lo ves?

Como puedes ver soy un ser polivalente,
convertido –modestia aparte– en el polivicente
valenciano y universal del momento,
que palabreo, risisto y vivo del cuento;
es decir, y sin más abracadabras:
¡Vivo al calor de las palabras!

la contraportada

¡¡El Tío Paragüero ha venido, el Tío Paragüero se va!! ¡¡Y quien no tenga paragüas si llueve se mojará!! Este era el pregón con el que el Tío Paragüero se anunciaba al llegar a cada pueblo o aldea de La Serranía (Valencia) para ofrecer sus servicios y convocar a la gente, y con ella a sus historias, pues era conocido por “el del carrico de los cuentos”. La variada oralidad era la moneda de cambio con la que cobraba sus trabajos, además de –claro está– con productos alimenticios o el alojamiento en cada localidad.

He creado este personaje porque considero que es una metáfora de la tradición oral: este Tío Paragüero fue un personaje popular, anónimo, nómada, viajero y descubridor como ha sido y es la tradición oral, origen de la literatura. Aquella ha corrido de boca en boca, de aquí para allá por los caminos de la memoria, al igual que “el del carrico de los cuentos” viajó de pueblo en pueblo por los caminos de mi comarca natal, escuchando a gentes de toda condición y edad.

Comparto este “tesorico” de material humano que no tiene precio, pero sí mucho valor para que disfrutes de la magia de la palabra de antes, y lo hago en nuestra peculiar –casi perdida– habla churra fruto de la mezcla de castellano y valenciano.

A mis informantes les doy mi agradecimiento más sincero por descubrirnos tanto que nos enseña a conocernos mejor y nos permite seguir soñando.

Querido lector tienes en tus manos un libro sencillo y atractivo, diverso en contenidos y para ser disfrutado igualmente por pequeños y grandes, en fin, como la misma rica tradición oral.

Esperando que te guste, te invito a entrar en él y pasar unos momentos divertidos leyéndolo, al mismo tiempo que te animo a continuar la cadena de transmisión… contándolo.

el libro empieza así

¡¡¡El Tío Paragüero ha venío, el Tío Paragüero se va!!!

Así es como el Tío Paragüero se anunciaba al llegar a cada pueblo de la Serranía, donde ofrecía sus servicios, que consistían en arreglar paraguas, lebrillos y cualquier objeto metálico; además, afilaba cuchillos, hacía candiles, faroles y botes de conserva, todo ello de llanda.

Un día de primavera llegó con su carro y su burrico a la plaza de un pueblo donde había mercado.

Convocó a los del lugar como habitualmente hacía y la gente se aproximó a él con sus utensilios rotos.

Una de las mujeres —más mayor que él y eso que el Tío Paragüero no tenía cuatro días— le dijo:
—Arrégleme este lebrillo y a cambio le pagaré en endevinallas.
—A ver, a ver, vamos a ver cuánta faena da este lebrillo, no vaya a ser que salga perdiendo… uhiiiiii, además de las adivinanzas me tendrá que llenar la bota de vino.
—Trato hecho, ahí van las adivinanzas en este papelico.

La mujer le entregó el papelico y se fue a llenar la bota, mientras él arreglaba el lebrillo. Además recogió el resto de encargos y acordó su entrega, como siempre hacía.

Al rato la mujer volvió con la bota de vino. El Tío Paragüero decidió hacer una parada para almorzar. En ello estaba cuando pasó por allí el alguacil del pueblo, al cual la mujer le dijo el trabalenguas de la Copa de la Recacopi. Lo repitió con cierta facilidad y antes de soltarle uno de su cosecha, le apuntó a la mujer:
—Óigame señora, yo no soy hombre de copas, pero deme la bota y verá cómo suelto la lengua.

COPA DE LA RECACOPI

Copa de la recacopi
de la recacopica copa
el que no diga tres veces,
copa de la recacopi
de la recacopica copa
no bebe vino de esta copa

MADRE GODABLE

Os voy a contar, que era una madre godable, ciripicotable y tarantantable que tenía un hijo godijo, ciripicotijo y tarantantijo que fue a cazar, gozar, ciripicotar y tarantantar una liebre godiebre, ciripicotiebre y tarantantiebre.

La cazó, gozó, ciripicotó y tarantantó y se la dio a su madre godable, ciripicotable y tarantantable para que la metiera en la potera, gotera, ciripicotera y tarantantera. Pero fue el gato, godato, ciripicotato y tarantantato se comió la liebre, godiebre, ciripicotiebre y tarantantiebre y se quedaron sin comer.

Acabado el trabalenguas que dejó boquiabiertos a los presentes, el alguacil se dio un buen trago y se marchó a sus quehaceres.

El Tío Paragüero sintió entonces una gran curiosidad por conocer las adivinallas del papelico y, sacándolo del bolsillo, lo leyó y he aquí su contenido:

ADIVINALLAS

Corro tanto como el aire
si está tranquilo más que él
yo sé que si me descuido
todos me pueden coger.
(El pájaro)

Mi nombre es valenciano,
y gos es para empezar,
para decir bien mi nombre,
en palos se ha de acabar.
(Higos palos)

Yo soy como una posada
que al que viene lo recibo
con pañuelo y mano en alto
sin un adiós los despido.
(La nariz y lo que cuelga)

Todos trabajamos,
para la boca llenar,
por manjar bueno que sea,
no lo podemos probar.
(Los dedos)

Yo soy amiga de todos,
el agua es para mí veneno,
sabiendo que ardo de sed,
y si la bebo me muero.
(El fuego)

Los buscan como pareja,
para poderlos casar,
si no unen no los quieren,
ya se pueden retirar.
(Los clecs)

Yo soy precisa en la vida,
la que como Dios impera,
a mi llamada venís,
siendo tan vieja y tan fea
(La muerte)

Somos como dos hermanas,
en una cueva vivimos,
si la comida no gusta,
a la basura la tiro.
(La boca)

En correr soy el primero,
por lejos que esté el lugar,
llegando siempre el primero,
sin tener pies para andar.
(El pensamiento)

Me quiere más que a una madre,
conmigo la he de llevar,
porque vaya donde vaya,
cierto que me la he de encontrar.
(La sombra)

Sorprendido gratamente por la originalidad de las adivinallas, se prometió darlas a conocer en otros pueblos serranos. Reanudó su faena y, mientras arreglaba un paraguas, el dueño de este le contó una historia.

Una mujer con una gallina en sus brazos, se había acercado al círculo formado alrededor del Tío Paragüero y había escuchado la historia. Motivada por el buen ambiente de charreta y por aquel cuento en particular, se animó a contar el del Medio Pollo.

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